Por nicolás miñambres
Diario de León Lunes, 14 de mayo de 2012
Conviene advertir de entrada un detalle cronológico: esta novela se terminó en Lisboa en 1983, si bien fue revisada en julio de 1992, hace más de un cuarto de siglo y se localiza en el conflicto de la guerra colonial portuguesa (1961-1974).
El hecho de que el autor participara en los servicios sanitarios lo convierte en testigo directo pero, sobre todo, en cronista excepcional. Narra lo vivido y da cuerpo literario a una magnífica «novela de formación. De la formación de los jóvenes de ambos lados…», escribe Rebeca Hernández, autora de una excelente traducción, plena de dificultades por la «agramaticalidad» de la redacción original.
La existencia de dos mundos le sirve al autor para marcar una diferencia literaria. La voz de los soldados portugueses ocupa los capítulos impares, frente a los pares, donde se refleja el sentir de los angoleños.
Uno y otro mundo se convierten en la sustancia temática que el novelista transforma en un resultado expresivo prodigioso, en el que late un hondo desconsuelo: «Aún no era oportuno llegar a las lágrimas». Uno de los recursos más originales tal vez sea el comienzo, en versales, de los capítulos, transformado así en epígrafe.
Sirva de ejemplo el vigésimo tercero: «El día en que yo morí en la guerra, estaba este mismo sol de cloro parado en mis venas».
Autopsia de un mar en ruinas ofrece dos atractivos esenciales. El primero surge de la visión espeluznante de una guerra plena de escenas escalofriantes, salpicadas con detalles de gran ternura.
Es lo que ocurre con los personajes, repartidos entre la limpia condición primaria de los angoleños y la crueldad de los soldados. El segundo tiene que ver con la variadísima riqueza de recursos expresivos de los que hace gala el autor.
El título de la obra (Autopista de un mar en ruinas)es la mejor prueba. En sus páginas abundan descripciones basadas en el uso de una prolijidad minuciosa y descarnada junto al sabio empleo de prosopopeyas, perífrasis poéticas, metáforas inesperadas, metonimias, imágenes impresionistas y un abundante empleo de la anáfora.
Resulta esencial la voz del narrador, especialmente la interpretación del soldado Renato escribiendo una carta a su amor cuando se enfrenta a una muerte inmediata. Lo apuntado conlleva a una conclusión muy clara: Autopsia de un mar de ruinas es una de las grandes novelas de las últimas décadas.
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